«Este pobre gritó y el Señor lo escuchó», estas son las palabras del Salmo 34 que enmarcan la II Jornada Mundial de los Pobres y en torno al cual gira el Mensaje que el Papa Francisco ha querido ofrecer a la Iglesia, cuyo contenido se desarrolla alrededor de tres palabras: gritar, responder, liberar.
Son tres verbos que identifican la acción de Dios y revelan su amor misericordioso en favor del hombre. La pobreza no es sólo una palabra, sino que “se convierte en un grito que sube hasta la presencia de Dios” (n.2). El Señor, a su vez, no sólo escucha esta petición desesperada de ayuda, sino que le responde participando en la condición del pobre para “para restituir justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad” (n. 3). La esperanza del pobre no queda defraudada y Dios interviene en su favor para restituirle la dignidad perdida y liberarle de las “cadenas de la pobreza” (n. 4).
Estos verbos también nos conciernen y deberían prepararnos para salir al encuentro de los pobres que, también en nuestro tiempo, gritan todos los días. Tomando como icono la historia del ciego Bartimeo (cfr. Mc 10,46-52), el Papa Francisco atestigua que muchos necesitados se han identificado con este pobre sentado al borde del camino, que tantos querían hacer callar. También hoy, de hecho, “las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir”. (n. 5). Este grito, en efecto, a menudo no llega a nuestros oídos ni toca nuestros corazones, dejándonos indiferentes e incapaces de responder. De hecho, los pobres, demasiado a menudo son considerados “no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento” (n. 5). Sin embargo, la salvación de Dios debería tomar la forma de nuestra mano tendida hacia el pobre, haciéndole sentir la amistad que necesita y haciéndole experimentar la cercanía que lo libera: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres” (Evangelii gaudium, 187).
Este instrumento pretende ser una simple ayuda ofrecida a las diócesis, a las parroquias y a las diversas realidades eclesiales, para prepararse a vivir la II Jornada Mundial de los Pobres, con el fin de que sea una vez más un momento fuerte para dirigir todavía más la mirada hacia los pobres, escuchar su grito y hacerles experimentar nuestra ayuda y cercanía.
+ Rino Fisichella
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
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